martes, 17 de noviembre de 2015

Hugo Rafael Soto: "Yo no quería pelear. Yo quería jugar al fútbol"


La figura de Hugo Rafael Soto sigue siendo la de un ícono del boxeo local para debutantes y profesionales. Nació el 16 de agosto de 1967 y sus primeros años los vivió en el populoso Barrio Alem, de la capital catamarqueña, donde tuvo una dura lucha para convertirse en una de las glorias más importantes que dió el boxeo argentino. El "Chueco" Soto campeón en las cuerdas, debutó como profesional en 1988 y obtuvo los títulos argentino y sudamericano de los moscas, sudamericano de los gallos, y el cetro de la Asociación Universal de Boxeo. Más tarde logró el interamericano de la FIB, en peso mosca. El catamarqueño ganó una reputación total en el mundo del boxeo, que le otorgó prestigio y dinero, pero con el paso de los años la verdadera revancha de Soto será con la vida y su necesidad de redención.

Breve reseña

Alguna vez boxeador de elite, hoy entrenador devoto, Hugo relata lo difícil que ha sido su lucha en la vida luego de haber derrochado toda la cosecha económica. Es el primer catamarqueño que luego de tres fallidos intentos alcanzó la tan ansiada corona, fue un verdadero golpe de suerte en la ciudad de Las Vegas y que le permitió cotizar en su momento, hasta 60 mil dólares por pelea. A sus 48 años tiene un palmarés de 51 victorias, de las cuales 24 fueron por knock-out; 5 derrotas, 2 empates y un match nulo. Un record para un amante del cuarteto, que a pesar de los embates de la vida, asegura que nada le falta si tiene a su numerosa familia gozando de salud.


Su disputa más comentada

Otra velada histórica que protagonizó Hugo fue el choque contra Fabio “Buyú” Oliva, éste último otro popular campeón del deporte de los puños local. Aquel 20 de abril de 2002, el boxeo local vivía por primera vez el encuentro entre dos catamarqueños por un cetro nacional, el argentino Super Gallo. El Polideportivo “Fray Mamerto Esquiú” fue escenario de la velada que estuvo colmada de espectadores, Buyú ganó el duelo y esa pelea marcó en parte, el profundo declive en la carrera de Soto. "El público se mostró molesto por el fallo, me robaron la pelea. Lamentablemente hay que aceptar lo que los jurados dictan" afirma con un dejo de amarga nostalgia. 

Oliva-Soto por el Título Super Gallo Nacional. 2002

Reconocimiento y compromiso social

Hugo relata que luego del éxito no supo administrar ganancias y por lo tanto su situación económica atravesó necesidades y privaciones junto a sus 13 hijos. Hoy puede sostener su gimnasio gracias a la ayuda económica del gobierno, aunque asegura que los pocos ingresos que deja el gimnasio no son suficientes para subsistir, asegura que “como reconocimiento a mi carrera profesional nacional e internacional se me otorgó una pensión vitalicia y otros subsidios del gobierno que me permiten mantener mi gimnasio”.

A pesar de las dificultades económicas remarca el compromiso social que tiene su nueva profesión, sabe que ahora no solo entrena, sino que contiene a un gran número de jóvenes promesas que han tenido serios problemas con las adicciones. Sostiene que para triunfar en el boxeo, el cuidado de la salud y la disciplina son el ABC de este deporte. “Gracias a Dios muchos de estos chicos salieron de la mala vida, la droga no perdona. El deporte los salvó”, agregó. 

Sus logros

Este ídolo boxístico catamarqueño, sabe que las sorpresas en el ring son moneda frecuente, su título fue cuestionado, pero así y todo se convirtió en el 21° campeón mundial de la historia del pugilismo argentino. Logró vencer por puntos y en fallo dividido, en Las Vegas, al venezolano José Bonilla. Los jueces  Dalby Shirley 116- 112 y Alejandro Ronchin 116- 113 favorecieron a Soto, y Manuel González benefició con su tarjeta a Bonilla. El polémico fallo, convirtió a Hugo Rafael Soto en el Campeón Sudamericano Mosca.







“Estoy muy orgulloso. Este título es para Catamarca y para toda la Argentina”



Hugo Soto, como los verdaderos grandes, no tiene ídolo. Él recuerda que de niño jugar al fútbol en las grandes ligas era su sueño y le esquivaba a los puños porque les tenía miedo, "Yo no quería pelear, yo quería jugar al Futbol". Pero no sería así su destino, Sotito lo llevaba en la sangre, su referente Luis Armando Soto, campeón argentino liviano en 1985, lo convenció. “Pensaba que el Boxeo era para locos, pero mi hermano mayor me persuadió. Llegué muy lejos. Creo que todo se lo debo a él…”.

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